POR Por Natalia Gherardi
Directora Ejecutiva de ELA – Equipo Latinoamericano de Justicia y Género
REDACCIÓN LA NETA
Ha sido un honor participar como representante de la sociedad civil de la región de América Latina en la IX Conferencia de Estados Parte de la Convención de Belém do Pará. Como argentina y directora de una organización creada hace más de 20 años, es una oportunidad invalorable para dar a conocer el contexto político nacional y el impacto negativo que tiene sobre los derechos de las mujeres y las luchas de tantos años por la igualdad.
Conocemos y celebramos los avances de la Convención de Belém do Pará. Los conocemos porque como organizaciones de la sociedad civil fuimos parte de esa construcción: apoyamos, acompañamos, exigimos y sostuvimos con nuestro trabajo el monitoreo de la Convención a lo largo de estos 30 años.
Hoy enfrentamos nuevos retos marcados por movimientos y líderes políticos que desconocen las desigualdades estructurales de género y cuestionan las herramientas diseñadas para transformar esa realidad. No es solo la realidad actual y urgente de mi país, sino que además es un reflejo de reacciones conservadoras que se fueron expandiendo por la región desde hace ya varios años.
Apelamos a los Estados Parte y organismos multilaterales que promueven y abrazan la politica exterior feminista para que hagan valer esa política justamente en el momento en que hay Estados que plantean retrocesos en los compromisos jurídicos asumidos ante la comunidad internacional; cuando hay autoridades de gobiernos que promueven la derogación de leyes aprobadas para la protección de las mujeres; que deciden el desfinanciamiento de las políticas públicas dirigidas a cerrar las brechas de género y el desmantelamiento de los mecanismos de adelanto de la mujer, que debe ser el órgano rector de estas políticas a nivel nacional.
En contextos como éste es que la política exterior feminista cobra sentido: es momento de impulsar el uso de todas las herramientas que tienen a su alcance en el marco del derecho internacional de los derechos humanos de modo de procurar que esos retrocesos no se convaliden.
Bien sabemos que así como los avances en un país impulsan las reivindicaciones de derechos en otros en la región, los retrocesos conllevan el riesgo de arrastrar a todos.
Apelamos a los Estados Parte y organismos multilaterales porque confiamos en sus compromiso con los valores democráticos. La política exterior feminista es un compromiso con la democracia. Y nada que haya sido malo para las mujeres ha sido alguna vez bueno para la democracia.
*Las opiniones vertidas en las columnas son de responsabilidad de su autor o autora y no del medio La Neta